Días antes del día de las Elecciones Generales de 1982, el programa de la segunda cadena de TVE, «La Clave» celebró un formato inédito en la televisión española hasta entonces: un debate electoral. Estaban representados UCD (en el gobierno), PSOE, Alianza Popular (AP), PCE y diversas fuerzas nacionalistas. Todos los partidos con implantación nacional enviaron a sus candidatos a la Presidencia salvo uno, el PSOE, que estuvo representado por Alfonso Guerra.
Felipe González se protegió en un debate donde no tenía que batir a nadie. Suárez estaba retirado y Calvo Sotelo no se presentaba. El candidato de la UCD era el Presidente del Congreso (un gris político tardofranquista), el de AP era un ex ministro de Franco y luego estaba Santiago Carrillo al frente de los comunistas. La presencia de González, al que todos hacían Presidente, elevaba a los demás y se exponía a una serie de explicaciones y compromisos mucho antes de la investidura. Guerra ganó el debate y los socialistas arrasaron en las urnas.
No hubo más debates hasta que en 1993 asistimos al primer formato de «cara a cara» entre Felipe González y Jose María Aznar, gracias a que la Junta Electoral rectificó un criterio algo desmedido que pretendía hacer estar a todo el que hubiera sacado un escaño en el Congreso (hubo hasta debates temáticos). Con Aznar de Presidente, a partir de 1996, tampoco hubo debates porque el Presidente los temía.
En 2008 y 2001 volvieron los debates. Estos es, el formato tradicional del que habla Rajoy solamente se ha usado en tres elecciones.
¿Por qué Rajoy no ha ido? Porque iba a ser humillado. Rajoy es un político mediocre y en un formato ágil como el de El País estaba perdido. Efectivamente iban a ser tres (porque el espectro político ha cambiado nacional) contra él. Alguien iba a darle un golpe de gracia y él iba a caer a la lona. Era un suicidio ir.
Esperanza Aguirre, candidata y directora de la peor campaña electoral que se recuerda, intentó debatir y evitarse este problema proponiendo «cara a cara» entre todos los candidatos. Esto provocó una serie de debates intrascendentes, pero también que Manuel Carmena no fuera una candidata más y que tuviera tiempo suficiente para ganarle la Alcaldía de Madrid a Aguirre en su debate con la ex Presidenta de la Comunidad.
El modelo desesperado de Aguirre no sirve tampoco de solución y Rajoy solamente se ve salvado leyendo papeles en una debate únicamente con Pedro Sánchez. Pero, desde luego, en estas Elecciones el debate a dos tiene poco sentido y ni siquiera para Sánchez es conveniente porque necesita herir a Rivera y a Iglesias.
Rajoy envía a Antena 3 a la Vicepresidenta. Si lo hace bien la Vicepresidenta puede optar a quitarle el prefijo a su título. Rajoy tiene miedo, no tiene argumentos, necesita impedir debatir, desea sucesión de monólogos y sabe que va a perder todos los debates, salvo en el que pueda «poner el ventilador».
¿Puede permitírselo? Excepto por el peligro de una actuación soberbia de Sáinz de Santamaría, Rajoy no tiene nada que perder: ya ha perdido casi a la mitad de los votantes de 2011 y le queda el núcleo duro que le votaría a él o a una cabra que se presentase.
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