El ex director de El Mundo, David Jiménez, publicó el día 27 de agosto en la edición española de The New York Times un articulado de opinión titulado “El país donde las discotecas son más importantes que las escuelas”. El artículo ha aparecido hoy, 3 de septiembre, en la edición en inglés con el título “In Spain, Nightlife Is More Important Than Schools”.
La tesis del artículo se encuentra perfectamente enunciada por el título. ¿Es así? ¿Hay relación?
La hostelería en España ha presionado todo lo posible para poder abrir sus establecimientos lo antes posible. De hecho las primeras modificaciones del estado de alarma incluían relajaciones en el cierre de estos establecimientos. El motivo principal es que millones de españoles viven de la hostelería. El modelo económico que tenemos y no hemos hecho casi nada por cambiar (todavía se ríen cuando se habla de reindustrialización) se funda en un sector de servicios compuesto de pequeños y pequeñísimos empresarios y una gran cantidad de trabajadores precarios. Empresarios y trabajadores padecen las peores consecuencias de cualquier movimiento económico negativo.
Para bien o para mal (yo pienso que para mal), ésta es la estructura económica y es la que hay que atender ahora. No es que los españoles estuvieran gritando a las puertas de los bares (que alguno habría), sino que los dueños y los trabajadores estaban deseando abrir para poder sobrevivir.
¿Ha afectado en algo la apertura de la hostelería a la planificación de la reanudación de la actividad en Educación? No, no tienen nada que ver. La falta de planificación de la mayoría de las administraciones educativas regionales se hubiera dado tanto si la hostelería hubiera estado abierta, como cerrada, porque la hostelería no detrae recursos de las administraciones educativas. David Jiménez nos presenta un falso dilema, una falacia.
El problema no es que importen más los bares o las discotecas que la Educación, el problema es que la Educación no le importa a nadie.
David Jiménez ha sido director de El Mundo y no de la hoja parroquial de mi pueblo. Supongo que alguna vez sacaría un suplemento de Educación y alguna cuestión educativa, pero en primera plana de su medio solamente ha estado lo que ahora viene a criticarnos: el status de la asignatura de Religión. En este artículo dice que es un tema banal, pero incluso diciéndolo no renuncia a entrar en él y dar su opinión.
Esta crisis sanitaria ha puesto de manifiesto problemas que los docentes llevan años diciendo, pero que nadie atendía porque tienen muchas vacaciones.
El primer problema es la existencia de ratio en muchas aulas delirantes y ya no sólo de ratio alta, sino de acumulación de alumnos por metro cuadrado digno de un metro en hora punta. La solución a la ratio alta tiene dos vías: más espacios y más profesores que atiendan esos nuevos espacios.
Es una vergüenza que se haya racaneado hasta el extremo los solares dotacionales destinados a usos comunitarios que habían de dedicarse a centros de enseñanza. Tenemos muchos colegios encajonados, pequeños, con las clases justas al inaugurarse, porque o se ha preferido dar metros cuadrados a otros servicios que dan más prestancia a la administración de turno (mejor un gimnasio municipal que seis aulas más).
Otras veces sencillamente se ha ahorrado hasta el extremo en la edificación y hay centros que podían ser más grandes y no lo son porque los proyectos van al límite de las previsiones demográficas.
Pero eso nunca ha ocupado día tras día las portadas de El Mundo cuando David Jiménez lo dirigía. La han ocupados muchos asuntos urgentes, pero cuya caducidad da razón de la poca importancia que tenían.
Hay centros educativos donde hace mucho frío, otros donde hace mucho calor y no hay ninguna instalación. Eso no mereció portadas de El Mundo y quizá algún comentario de algún columnista diciendo lo débiles que son las nuevas generaciones y lo sensibles que son los docentes, que tienen muchas vacaciones.
En una afirmación de Jiménez parece querer congraciarse con los docentes, pero realmente es un modo de ataque. Dice que los docentes españoles están mal pagados. Es cierto que los docentes españoles, respecto a hace dos décadas, han perdido buena parte de su nivel de vida, pero nada que no hayan sufrido otros empleados públicos y menos que muchísimos trabajadores.
¿Por qué lo dice David Jiménez entonces? Porque apunta al argumento de que con sueldos mejores vendrían a la enseñanza mejores docentes y que los que estamos básicamente estamos aquí porque no valemos para otra cosa. Es un argumento erróneo desde su propio planteamiento porque la docencia termina llamando a muchas personas brillantes que quieres un sueldo decente y estabilidad profesional y que solamente encuentran trabajos basura. Un profesor de instituto es muy probable que gane bastante más dinero que un redactor de El Mundo de la misma edad: ¿según su criterio dónde estarían los mejores en un IES o en la redacción de El Mundo?
David Jiménez sabe de Educación lo mismo de cualquier tertuliano de nivel bajo. Es lógico porque lo educativo es complejo, intervienen muchos factores y actores y hay que dedicarle mucho tiempo y dedicación. A pesar de su desconocimiento, él no se ahorra su irrelevante opinión.
Es irrelevante porque después de este artículo en The New York Times no se ocupará de la Educación salvo que se sirva para escribir nuevamente en un medio como el neoyorquino. Porque aquí discotecas, hostelería o Educación solamente están al servicio de un titular que describa a una España de charanga y pandereta, que permita a David Jiménez ser publicado en la versión en español y en inglés de un medio prestigioso.
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