Leyendo un blog “Crónicas desde EEUU” (del periódico “El Mundo”) me he enterado que ya hay quiénes se plantean dónde está el cambio prometido por Obama a la luz de que su Gabinete va a ser integrado por un buen grupo de antiguos altos cargos de la época del Presidente Clinton y que en su “personal” de la Casa Blanca esta pauta se va a reproducir. El autor del blog lo compara con Nixon por su sentido pragmático y por el tipo de personas de las que se está rodeando.
Hacer cosas, en un sistema tan endiabladamente complicado como es la política estadounidense, no está garantizado por haber ganado unas elecciones por siete millones de votos de ventaja y que tu partido controle las dos cámaras del Congreso. La política norteamericana está mucho más fragmentada que la europea y por ello no es comparable.
Saber moverse y qué hilos tirar cuando la “luna de miel” haya terminado es lo que hará posible materializar los cambios prometidos. La parálisis de la “Administración Clinton” en sus dos primeros años se debió principalmente a la inexperiencia en el ejecutivo federal de toda una generación de demócratas (todos los presidentes desde 1968 habían sido republicanos salvo los cuatro años de Carter).
Coger experiencia en el cargo es una veleidad que quizá pueda permitirse en España, pero no en la fiera política norteamericana. Se puede pagar muy caro, como le pasó a Clinton, dando paso a una mayoría amplia y cohesionada del GOP en el Congreso, con un Gingrich como “speaker” que condicionaba y limitaba la política del Presidente.
La última gran cantera de experiencia demócrata está en los ocho años de Presidencia de Clinton. Guste o no, es así. Si se quiere comenzar a funcionar desde el primer día, si se quiere que estas semanas de “transición” sea efectiva y que los que entran sepan a lo que lo hacen, hay que recurrir a los que ya han estado.
Esto no quita nada al cambio de Obama. Es más, lo llena de credibilidad y ataca la acusación de que el próximo Presidente de los EEUU era pura retórica y marketing. Para hacer efectivo un cambio hay que tener las personas y los recursos que permitan culminarlo; para hacer efectivo un cambio hay que tener más y mejores fuerzas que para seguir como siempre; para culminar un proyecto de cambio hay que ser contundente porque, además de luchar en contra, hay que hacer un “oppositum per diametrum” incluso en los momentos más tranquilos (parafraseando a Ignacio de Loyola).
El cambio de Obama promueve una nueva forma de hacer política en Estados Unidos y de entender sus relaciones con el resto del mundo. Eso no implica necesariamente prescindir de quienes pueden aportar experiencia y conocimiento.
Es seguro que el nuevo presidente va a decepcionar. Responder a todas las expectativas puestas en él es muy complicado. La política norteamericana y su capacidad para solucionar problemas en otras partes del planeta requiere cambios estructurales que no se hacen en dos días.
Últimamente he oído y leído varios comentarios sobre el hecho de que posiblemente Obama no sea más que puro márketing. Tiene una gran, enorme dosis de márketing, pero animo a todos los que piensan que no hay nada detrás de eso a revisar todo lo escrito o dicho por él antes de que estallara el fenómeno. Se darán cuenta de hasta qué punto ha sido coherente con su visión del cambio necesario.
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