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Posts Tagged ‘Partido Popular’

En los estertores del verano escribía sobre el margen de supervivencia que tenía Ciudadanos en el actual panorama político. El presupuesto era que Ciudadanos debía olvidarse de ganar elecciones para transformarse en una fuerza influyente a ambos lados de su posicionamiento político. Un reto difícil que Ciudadanos comenzó a construir y que parece que se ha bajado al retrirar su apoyo inicial a los Presupuestos.

Ciudadanos tendrá que competir por el voto desde el centro a la derecha, tras haber renunciado a ser una opción para el votante de centro izquierda. La cuestión es cuánto voto de la derecha puede quedar entre sus redes.

A estas alturas me parece inevitable que Ciudadanos vaya en coalición a las próximas Generales con el Partido Popular, en una repetición de lo que hemos visto en las Elecciones Vascas. Los populares tienen que evitar que el voto residual a Ciudadanos les quite votos (los votos de C’s que habían de irse a Vox ya se fuera y no fueron pocos) y, sobre todo, escaños en los enrevesados cocientes de nuestro sistema electoral, de forma que la pérdida pueda suponer no sumar con Vox a la hora de la investidura.

Lógicamente Casado le va a hacer a Arrimadas una oferta de esas que no se puede rechazar. En primer lugar le dejará a los naranjas tener más candidatos en puestos de salida que los escaños que Ciudadanos pueda obtener en la más optimista de sus previsiones y, en segundo lugar, le ofrecerá a Arrimadas un puesto en el Consejo de Ministros y alguna Secretaría de Estado en otro Ministerio para los suyos.

Si Casado consigue la investidura en unión a Vox, todo lo que le haya ofrecido a Arrimadas por la coalición va a parecer nada en comparación al logro. Si Casado no lo consigue, a Casado le dará igual porque estará acabado y acompañará a Hernández-Mancha en el panteón de los presidentes populares que lo lograron La Moncloa.

Pase lo que pase, porque Arrimadas no va a tener más remedio que aceptar la oferta, Ciudadanos dejará de existir como entidad política diferenciada, más allá de su subsistencia en el registro de partidos políticos.

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Cuando Teresa Rodríguez formalizó el fin de su relación con Podemos, Pablo Iglesias y ella publicaron un elegante vídeo en el que intentaban que la separación se llevase por los derroteros del mutuo acuerdo. Pero como sucede en las separaciones de las parejas y los matrimonios, cuando se respira, se toma tiempo y se comienza a contar cosas y a inventariarlas, entonces desaparece la civilización y comienza la lucha encarnizada.

Teresa Rodríguez registró una marca, Adelante Andalucía, que fue con la que se presentaron a las elecciones Podemos, Izquierda Unida y algunas fuerzas más, uniéndose los anticapitalistas donde Teresa Rodríguez milita tras su salida de Podemos. Adelante Andalucía no es una coalición, sino desde 2019 un partido político, un partido instrumental de los que tan de moda han estado desde el advenimiento de la nueva política.

La que fue candidata de Adelante quiere continuar bajo la marca Adelante Andalucía y el resto de los componentes, evidentemente, no quiere que una escisión se adueñe de un nombre que ha conseguido una señalada representación en el Parlamento de Andalucía y familiaridad entre los ciudadanos andaluces. Construir una identidad desde cero es difícil y más cuando esa identidad tiene que ser forzosamente colectiva. La expulsión de ocho de los diputados del grupo parlamentario supone un punto de no retorno.

El destino de Adelante Andalucía es una de las piezas fundamentales en el futuro tablero política y parlamentario andaluz. Si Teresa Rodríguez y los que la sigan forman una candidatura independiente para las próximas autonómicas, supondrá la presencia de una nueva fuerza de izquierda con posibilidad de conseguir representación, pero sobre todo con la capacidad de estar cerca de obtener representación (umbral del 3%), dividir voto, generar más voto de izquierda no representado o infrarrepresentado y disminuir las posibilidades de la izquierda de cara a un pacto de gobierno.

Teresa Rodríguez está teniendo tanto tiempo en los medios de comunicación precisamente porque es la esperanza de la derecha andaluza de mantenerse en el gobierno autonómico. No solamente porque puede generar «voto perdido» en la izquierda en las venideras autonómicas, sino porque en el caso de que la izquierda sumase con Teresa Rodríguez, ella no consentiría un pacto con el PSOE de Andalucía.

No sé con demasiada precisión qué es ser anticapitalista y por tanto no puedo calificar el «anticapitalismo» de Rodríguez, ni mucho menos su andalucismo, pero de lo que no cabe ninguna duda es que la mejor forma de calificar a la política de Teresa Rodríguez es de «anti-PSOE», una posición legítima, pero que puede tener sus consecuencias perversas.

Rodríguez nunca pactará con el PSOE y como Iglesias en sus primeras elecciones pensará que el gobierno de la derecha es siempre mejor que el del PSOE, al menos porque acentúa esa dialéctica que algunos no atisbamos. Su primer objetivo es que el PSOE no gobierne y si para ello no tiene que gobernar la izquierda, lo asume. Teresa Rodríguez es consecuente, de eso no cabe duda.

Ante resultados de las Elecciones Generales y encuestas que hacen de Juan Moreno un presidente de un solo mandato, toda estrategia para terminar con una popsible mayoría alternativa está sobre la mesa y más cuando esa estrategia se funda en la puridad izquierdista, que es tan de izquierda que antes de la que considerada «falsa izquierda» prefiere que la derecha y la ultraderecha decidan en San Telmo qué hacer y qué no hacer.

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Los dirigentes nacionales de los populares situaron a las fiestas navideñas como el límite temporal del estado de alarma. Casado y los suyos querían hacer del PP el partido pro-navidades frente a la coalición de gobierno y los partidos que han apoyado la prórroga de la alarma que serían los anti-navidades. La innovación había llegado a crear una nueva dicotomía política en torno a las celebraciones de diciembre.

Parece que las propuestas en este sentido de los populares se han ido disolviendo desde la aprobación de la prórroga por el Congreso, mientras varios presidentes autonómicos del Partido Popular están tomando severas medidas para contener la pandemia en sus respectivos territorios.

Pero como a los populares les encantan estas luchas sobre nimiedades es conveniente recordar alguna cosa. Tras las elecciones de junio de 2016, Mariano Rajoy fracasó en su primer intento de ser investido y los relojes para la convocatoria automática de las elecciones se pusieron en marcha el 31 de agosto de 2016. Dos meses tras esa primera votación y habrían nuevas elecciones.

Comenzó una profunda guerra sucia con la connivencia del Felipismo en el PSOE, guerra que fue su final, para que los socialistas facilitasen una investidura forzada de Rajoy para tener el gobierno más débil de la democracia, un gobierno que cayó en mayo de 2018 en manos de la misma mayoría absoluta que le hizo perder incluso la primera votación de la segunda investidura.

Mariano Rajoy y Ana Pastor, entonces presidenta del Congreso, fijaron el 31 de agosto de 2016 como fecha para la primera votación. Si Rajoy no lograba la investidura el plazo de dos meses vencería el 1 de noviembre y el día quincuagésimo cuarto (art. 42.1 LOREG) posterior a la convocatoria era el domingo, 25 de diciembre de 2016.

El Partido Popular preparó la celebración de elecciones generales el día de Navidad como uno de sus mecanismos de presión para conseguir los votos necesarios para la investidura. Aquí vemos el nacimiento del partido pro-navidades con el argumento de o me invistes o tendréis que votar con el mantecado en la boca.

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Es cierto que viendo los populares que el hecho de tener que votar el 25 de diciembre por la elección de fechas, se le podía volver en contra presentaron una proposición de Ley Orgánica, apoyada por todas las fuerzas, para que las elecciones fueran el 18 de diciembre, también domingo.

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Una de las acusaciones más comunes que se emplean actualmente es que un partido, otro o el de más allá ha votado con Bildu, lo que no es más que su voto ha sido el mismo que el de los diputados de Bildu. La última vez que escuchamos esa afirmación fue en boca a los portavoces voxeros para atacar el voto en contra de los populares en la moción de censura que anunciaron en julio y defendieron a final de octubre.

Se juega a propósito a confundir lo que es votar de acuerdo con Bildu con coincidir en el voto con Bildu. Votar de acuerdo con Bildu es lo que hacía Javier Maroto cuando era alcalde de Vitoria, porque el voto era fruto de una negociación previa. Votar de forma coincidente con Bildu es algo que sucede habitualmente a todos los partidos entre otras cosas porque en las cámaras legislativas o locales las opciones de voto son tres (a favor, en contra y abstención). Cualquier partido puede coincidir con Bildu, sin votar con Bildu.

La estupidez de este argumento es tan grande que si los otros partidos, incluso Vox, se lo tomaran en serio estarían condicionando su voto en todos los asuntos a la decisión previa de Bildu, de modo que para no votar con Bildu habría que votar otra cosa independientemente de lo que se considere mejor, por ejemplo, si Bildu vota en contra de un proyecto de Ley, habría que abstenerse o votar a favor simplemente para distinguirse. Bildu podría así decidir todo lo que se apruebe en cualquier institución donde esté presente.

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Santiago Abascal y su nueva acólita, Cayetana Álvarez de Toledo, se lamentan de los ataques personales que Pablo Casado dirigió al líder de Vox en la segunda jornada del debate de la moción de censura presentada por la formación extremista.

Los ataques personales son lamentables, pero primero hay que ver si se trataron de ataques personales y de legítima crítica política.

Santiago Abascal era el candidato a la Presidencia del Gobierno propuesto por los diputados firmantes de la moción de censura. Por tanto su figura política podía y debía ser evaluada ya que una censura constructiva es tanto examen del gobierno presente como del candidato propuesto, en concreto de sus cualidades políticas.

Dentro de las cualidades políticas de un candidato es lógico que se valoren los puestos y cargos desempeñados previamente y los éxitos logrados en ellos, si los hubiere. Esto fue lo que hizo Casado, revisar la trayectoria política de Santiago Abascal cuando era un cuadro del Partido Popular y lamentarse del poco rendimiento de Abascal y de la poca exigencia de su partido.

Las críticas políticas pueden tocar a la persona, sin convertirse en críticas personales. Y es ridículo que una persona, como Abascal, que ha estado todo el mes de octubre dando avisos y diciendo que se acaban no sabemos qué impunidades, se ponga a llorar cuando desde la tribuna del Congreso sus antiguos compañeros muestran su pasada ineficiencia a la desempeñar responsabilidades.

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Parece que solamente los socialistas saben sacar provecho a las mociones de censura. Según cuentan hace cuarenta sirvió para presentar a Felipe González como un reformista sensato y no como un peligroso revolucionario, pese a ser rechaza la censura. En 2018 el también socialista Pedro Sánchez presenta la primera moción de censura que prospera y consigue la investidura del Congreso y el cese, por censura, del presidente Mariano Rajoy.

Los días 21 y 22 de octubre de 2020 hemos vivido la quinta moción de censura de la democracia. Ésta puede ser una valoración en varios puntos:

Vox ha hecho el ridículo y no sólo porque la moción no tuviera posibilidad de aprobarse, sino que no ha hecho nada para ello, ni ha hablado con ningún grupo parlamentario.

Vox ha hecho el ridículo porque han ido con un candidato sin prestigio, después de ser rechazados no se sabe las veces por sus «candidatos de prestigio».

Vox ha hecho el ridículo porque no preparó las intervenciones ni un programa de gobierno. Las sesiones parlamentarias suelen ser aburridas, pero los diputados y senadores suelen preparar sus intervenciones y con especial esmero cuando es un debate relevante. Las dos intervenciones, la del diputado Gamarra y las del candidato Abascal, han sido malas y toda preparación da la impresión que ha sido una recopilación de material de ínfima de calidad de foros y webs extremistas. El derecho a hablar sin límite tiene sentido cuando hay algo que decir, pero cuando no hay nada que decir deja de ser un derecho y se convierte en un abuso.

Vox ha hecho el ridículo porque Pablo Casado, que no es ningún portento, les ha destrozado en una sola intervención. Era una moción contra el Partido Popular, una moción para comerles el espacio de la derecha, y ha terminado siendo la moción que deja al PP tranquilo porque no debe temer ningún avance a su diestra. Es más los argumentos de Vox servirán cuando lleguen las elecciones para pedir el voto útil (¿es más importante la pureza o echar al gobierno socialcomunista bolivariano?).

Vox ha hecho el ridículo, porque ayer en el Parlamento de Andalucía y hoy en el Congreso han mostrado a las claras que no tienen ningún margen de maniobra para dejar de apoyar al PP en Andalucía, Madrid y/o Murcia. A pesar del rechazo frontal de los populares no puedes dejarles de sostenerles, porque entregarían esos territorios a la izquierda, algo imperdonable para su electorado y que les haría llegar a la práctica desaparición.

Vox ha hecho el ridículo porque, con su moción, ha conseguido activar un cordón sanitario que desde 2018 estaba diferido y, de camino, ha abierto la vía del entendimiento entre socialistas y populares en determinados puntos. Vox ha subrayado su anormalidad y ha hecho que los demás se perciban iguales en la relativa normalidad.

Vox ha hecho el ridículo porque le ha facilitado al gobierno los primeros contactos para los Presupuestos Generales del Estado, que es su gran objetivo político. De camino les ha proporcionado a todos una sensación gratuita de victoria que engrasa mejor los acuerdos.

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El pasado 28 de agosto escribí que «es posible que Vox intente hacerse digerible a un público de derecha menos extremista y con eso ahogar al PP.» Me confundí y lo hico porque pensaba que en Vox había algo de vida inteligente que viera más allá de las estrechas miras del discurso reaccionario decimonónico, sazonado de Falangismo y añoranza franquista.

Una moción de censura que iba contra el PP y cuya ridícula fundamentación le ha puesto en bandeja a los populares votar «no», porque lo que han hechos los diputados de extrema derecha es «una tomadura de pelo». Una abstención legitimaría a un candidato que no se ha dignado a presentar un programa de gobierno, que es lo mínimo que se exige en una moción de censura constructiva.

Lo que sí publiqué también aquel día dse agosto y en lo que sin duda tendré razón es que Abascal saldrá tocado porque ha hecho el ridículo y ha demostrado su nula actitud y aptitud para el trabajo.

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Cuando Vox entró en el Parlamento de Andalucía, a la hora de investir a Moreno Bonilla como presidente de la Junta, se escenificó un proceso de negociación, unos puntos de acuerdo y hasta algunos momentos de ruptura. Parecía que se estaba tensando la cuerda, pero era puro teatro porque ninguno de los participantes en el acuerdo de investidura iba a dejar a pasar la primera oportunidad real de desplazar al PSOE del gobierno andaluz. El que no quisiera el acuerdo iba a ser señalado y, en caso de repetir las elecciones, la alta abstención en las filas socialistas iba a desaparecer.

Al principio los populares y los de Ciudadanos comenzaron a cumplir los puntos del acuerdo con Vox religiosamente, pero alguien les debió abrir los ojos y decirles que Vox no tenía más remedio que apoyarles en las votaciones fundamentales, al igual que realmente no tenían ninguna opción en la investidura. Incluso la vez que presentaron una enmienda a la totalidad a los Presupuestos, tuvieron que retirarla porque iban en contra de determinados puntos propios que se alcanzaban y eran coincidentes con el programa del gobierno.

Ayer en el Parlamento de Andalucía, el portavoz de la extrema derecha lo reconoció abiertamente: no tienen más remedio que apoyar a Moreno Bonilla, porque no tienen otra opción, por ahora. El PP puede prescindir del Vox y sus cosas y acusarle de preparar el camino a la izquierda si no votan con ellos, porque la estrategia de Vox es apoyar, siempre apoyar, haciendo creer que el voto dado a ellos y no a los populares mantiene el camino correcto.

Este camino es el que se sigue en Madrid y tiene como principal finalidad el «sorpasso». Vox ofrece lo mismo y más y un liderazgo, que siendo malo, no es el despropósito de Díaz Ayuso. En Andalucía no tienen líder y lo de avanzar sin líderes solamente se puede hacer al inicio, pero ello no quiere decir que no presenten a un cantante o a un conocido presentador de la televisión y resuelvan el problema rápidamente.

Vox no tiene más remedio que apoyar. Si por su postura las medidas no se aprueban, serán los responsables de debilitar a la derecha. Entrar en sus juegos para que aparenten tener un poder, que ni poseen ni desean por ahora (para no sufrir desgaste), es remar de acuerdo con la estrategia del partido de extrema derecha.

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Ayer Díaz Ayuso consideró que la muerte de 67.427 madrileños no justifica adoptar medidas como las que constan en la Orden Ministerial que ordena el cumplimiento de lo acordado en el Consejo Interterritorial. Pero Díaz Ayuso es un monigote en todo esto, una pieza que podía estar o no estar, alguien que puede caer sin que nada suceda y que será sacrificada tranquilamente cuando deje de reportar algún rédito.

En cambio Paco Marhuenda, director de La Razón, es uno de los personajes fundamentales de la derecha política y mediática española. Ayer publicó una columna en el medio que dirige en la que pedía la convocatoria de elecciones regionales en Madrid.

De lo que habla Marhuenda es de lo que le importa:

1) Díaz Ayuso y su gobierno están absolutamente amortizados. Casado debe permitir las elecciones, porque Ayuso es una marioneta que no tiene capacidad decisoria ninguna, ni siquiera es consultada para las «cosas de los mayores».

2) Es posible una moción de censura y, en caso de ser exitosa, la derecha se vería fuera de la Puerta del Sol bastante tiempo. La izquierda quiere desalojar al PP de la Comunidad de Madrid.

3) Ciudadanos parece no estar bajo control. No lo dice, pero sabe que pocos diputados de C’s pueden hacer exitosa la moción de censura. Este escenario solamente lo salva una convocatoria electoral (una locura en medio de una ola de la pandemia).

4) Intenta asustar a Arrimadas con ser aliada de Más Madrid (los comunistas) en la region capitalina para despistar, porque sabe que si hay rebelión tiene poco que hacer y, sobre todo, lo hace con vistas a su eventual apoyo a los Presupuestos Generales del Estado.

5) Pide un «comité creíble que esté formado por científicos de acreditado prestigio», donde evidentemente las expresiones fuertes son «creíble» o «reconocido prestigio», que le otorga el poder a él y los medios de la derecha de determinar cuándo el comité el creíble y en qué circunstancias sus miembros son de reconocido prestigio, es decir, quiere poder decidir lo que se decide.

De lo que no habla Marhuenda, porque no se importa:

1) De la desastrosa gestión que ha llevado a la Comunidad de Madrid a la actual situación.

2) De los enfermos, de las personas que vivirán con secuelas o de los muertos. Tampoco de sus familias.

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Ayer escribía una breve entrada sobre la capacidad que tiene la derecha político-mediática para marcar la agenda y hacer hablar a todos sobre lo que ellos les interesa. Quién marca el debate tiene una ventaja que habitualmente es decisiva.

Voy a ilustrarlo. El miércoles el tema en Madrid-España eran los criterios homogéneos que permitieran saber cuándo un territorio (zona sanitaria, distrito sanitario, municipio o provincia) debe ser confinado. Una especie de mecanismo automático elaborado por otros (Illa y el Ministerio de Sanidad), para exonerar a los gobernantes madrileños de tomare decisiones impopulares. Consiguen lo que quieren, pero como son conscientes de lo mal que está la situación en su Comunidad, no caen hasta pasadas muchas horas en que lo acordada se le aplicará casi en exclusiva a municipios madrileños.

Entre tanto todo el mundo discutiendo sobre los beneficios de los criterios homogéneos, que si Francia, que si en tal estado de Micronesia, que si el velo de ignorancia. Un monumental coro a una idea que solamente fue concebida como mecanismo de crispación y de confrontación.

El jueves, Ayuso va a la Asamblea de Madrid y dice no sé qué tontería sobre Chernóbil y Más Madrid. Y allí todo el mundo hablando de la gestión que el gobierno soviético hizo de Chernóbil (no de la de Ayuso del Covid-19), que si los de Más Madrid son comunistas o no, que si en caso de ser comunistas los de Más Madrid tendrían responsabilidad personal en lo de Chernóbil o si el director de la serie se ha pronunciado.

Mientras tanto Ayuso, y sobre todo Miguen Ángel Rodríguez, aplaudiendo con las orejas, porque nadie se fija en los muertos y que su decisión de obviar los criterios que el día anterior pedía y de tomar cualquier decisión impopular entre los sectores tendentes a votar a la derecha tiene un precio en vidas y en secuelas. Entre tanto se aprueba una ley sin quórum en la cámara regional, pero ya es que da todo igual.

Llegamos al viernes y el tema es si alguien, con la Orden de Sanidad, puede ir a Berlín a Madrid, pero no de Parla a Madrid. Y comienzan las discusiones, que si Parla está confinada por orden de Ayuso, que si Berlín tiene tal AI14 y Madrid el otro, que si se puede o no y vuelven a reírse de nosotros en la Puerta del Sol. Han vuelto a conseguir pasar otro día y que nadie hable de muertos, de enfermos, de medios o de la manipulación de los datos diarios que se publican según parece.

¿Qué está sucediendo? Muy sencillo: en el otro lado no hay nadie. Es evidente que el Gobierno de España no puede ser la oposición de Ayuso y más en la situación en la que nos encontramos. No hay nadie en absoluto que lidere un mensaje de oposición, de modo sistemático y que tenga una ageda independiente de las ocurrencias de cada día. Ni líder, ni estrategia, ni coordinación, ni redes sociales, ni nada de nada. Solamente la oposición ha marcado agenda cuando el delirio ayusiano ha sido inmascarable.

Podemos en Madrid está desaparecido. Más Madrid tiene un líder en el Congreso, que abandonó la Asamblea y más allá del papel destacadísimo de la diputada Mónica García, no hay nadie que encabace la formación.

El PSOE de Madrid tiene su secretario general como Delegado del Gobierno y, por tanto, preso de su papel institucional. A su portavoz, Ángel Gabilondo, diciendo que no se pueden tomar medidas más contundentes o ver si es posible una moción de censura, eso los días que aparece.

Sería el momento para que una mujer o un hombre tomara el liderazgo de la izquierda y reubicara el debate. ¿Llegará esa persona?


 

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